miércoles, 19 de noviembre de 2008

La Guerrilla Antifranquista en Cantabria


Valentín Andrés Gómez
Este artículo fue publicado en el número de junio de 2006 de la revista Historia 16 (Pgs. 100-117)

SUMARIO:
1. Con la caída de Santander aparecieron “los del monte”
1.1 Guerrilla Azaña
1.2 Huidos por los valles del Miera y Matienzo
1.3 Los de Liébana
2. Constitución de la Agrupación Guerrillera de Santander
3. Reorganización de la Agrupación Guerrillera
4. Fin de la Agrupación Guerrillera de Santander
5. Aún Liébana permanece en los montes




La curiosidad que se ha desatado desde hace unos años por el fenómeno guerrillero, especialmente a partir de la “Caravana de la Memoria”, ha dado lugar a una importante proliferación de escritos; sin embargo en nuestra región no han sido suficientes para sacarnos de una bibliografía más cercana a la novelación que a la historia. Aquellos libros en que se ha abordado el tema desde el campo estricto de la historia, lo han hecho o bien por medio de monografías que tenían por objeto el estudio de un municipio o comarca concreto, o bien, pretendiendo incluir en el contexto nacional lo que por Cantabria pasó. Repitiendo, en este último caso, parte de los tópicos y errores que los primeros trabajos difundieron. En gran medida somos responsables de estos desajustes aquéllos que al tema nos hemos dedicado por no haber concluido a tiempo los estudios puestos en marcha, y las instituciones académicas, que hasta ahora no han mostrado mucho interés por el tema.

Lo que ahora llega a vuestras manos es un documento que se ha elaborado ex profeso para las VI Jornadas sobre El Maquis de Santa Cruz de Moya. Tiene como base un artículo de 1996, en el que se pretende plasmar las primeras conclusiones del trabajo que había iniciado el año anterior, a la vez que arriesgarme a exponer la tesis que intentaba demostrar: “Que en la región se produjo un movimiento de resistencia armada similar al que se había desarrollado en otras partes del país”. Y me propuse rellenar con mis medios ese hueco existente entre la caída del Frente Norte y 1957, año en que desapareció el último guerrillero. Lo que separa estas letras de las escritas entonces son casi diez años de investigación a tiempo parcial, con más de sesenta personas entrevistadas, unas ciento treinta horas de grabación, la consulta de la prensa de la época, el Archivo de la Prisión Provincial de Santander, el Archivo General de la Administración, el Archivo histórico del PCE y algunos archivos municipales; además de la bibliografía consultada, que nos ha facilitado el análisis del contexto en que se desarrollaron las actividades de los huidos y la Agrupación Guerrillera de Santander.

En aquel momento, afirmábamos que la documentación escrita disponible no era suficiente para dar una visión completa del objeto de estudio, por ello, insistíamos en el uso de los testimonios de las personas implicadas como fuente principal de información, contrastando estos testimonios entre sí, así como con las fuentes escritas consultadas. Sin el relato de los que participaron, esta historia sería una maraña de datos inconexos y con poco sentido, por lo parciales de las informaciones y, en muchos casos, por el carácter sectario de las fuentes. Hoy esperamos que este artículo facilite la comprensión de aquel fenómeno.

La propia naturaleza del movimiento guerrillero que actuaba en zonas rurales, y la censura de los medios de comunicación limitaron la difusión de su existencia y sus acciones entre el conjunto de la población. La prensa divulgaba la falsa imagen de un país pacificado, en el que no existía ninguna oposición política tras el final de la guerra; sólo se permitía informar en sus páginas de los éxitos de las fuerzas represivas: «El Bandolerismo organizado ha desaparecido de la Montaña.»[1], «Dos Forajidos muertos por la Guardia Civil en Tama. Un sargento de la Benemérita encontró la muerte en la refriega.»[2], o «Con la muerte del «Juanín» ha quedado extirpado el bandidaje»[3]. En la memoria colectiva de los cántabros, los nombres que han quedado grabados por encima de todos los demás son los de “el Cariñoso” y “Juanín y Bedoya”, que tienen por elemento común su muerte violenta en enfrentamientos con la Guardia Civil y que éstas fueron ampliamente difundidas por la prensa regional. Aunque su recuerdo está muy ligado en la memoria colectiva, no llegaron a coincidir en el monte ni en el mismo espacio, ni el mismo tiempo. “El Cariñoso” cayó en Santander en 1941, mientras que “Juanín” saltó al monte en 1943 y Bedoya diez años después. Las anécdotas que circularon entre la población se organizaban en torno al valor de los personajes, al ingenio para librarse de la persecución de la Guardia Civil y a la idea del “bandido bueno”. Estos relatos están más relacionados con “el mito de los del monte” que con su verdadera realidad.


1. CON LA CAIDA DE SANTANDER APARECIERON «LOS DEL MONTE».

El 14 de agosto de 1937 las tropas nacionales pusieron en marcha la ofensiva sobre Santander estableciendo dos vías de penetración hacia la capital: la primera partiendo del País Vasco siguiendo la dirección de la línea costera y la otra perpendicular a la primera por el valle del Besaya hasta Torrelavega. El 24 de agosto, las tropas franquistas rebasaron Torrelavega y establecieron una cabeza de puente en Barreda dejando cortadas las comunicaciones por tierra entre Santander y Asturias.

El 26 de agosto se entregó Santander a los italianos. Entre los soldados republicanos reinaba un ambiente de desconcierto y desesperación. El objetivo fundamental en esas horas era buscar el modo de salvar la vida. Una vez que en el puerto no quedó una sola embarcación capaz de navegar, hubo quienes en un acto de desespera­ción llegaron al suicidio. Para escapar tenían que infiltrarse entre las filas los autodenominados “Nacionales” que tenían cercado Santander. La represión que se desató con la entrada de los “Nacionales”, para muchos era previsible. Daniel Peral, que vivió aquellos momentos, lo tenía muy claro:
«Si hubiera nacido cien veces y me entrego en ese momento, me matan cien veces».
Aquéllos que confiaron en que nada tenían que temer porque no tenían sus manos manchadas de sangre, corrieron un gran riesgo; muchos de ellos fueron fusilados o condenados a grandes penas de prisión.

Los que quisieron escapar de una encarcelación segura y una muerte probable, sólo les quedaban dos alternativas, intentar pasar a Asturias para seguir combatiendo, o esconderse en las proximidades de sus casas a la espera de que cambiara el curso de la guerra. Este fue el punto en que se inició el largo periplo de “los del monte”, de los emboscados, de los huidos...

Asentadas las tropas franquistas en el norte de España, el fenómeno de los huidos se estabilizó. La evolución de la situación de estas personas dependió de una serie de factores:
* La esperanza en que las tornas podían cambiar. En principio la guerra no estaba perdida, por lo que había que mantenerse a salvo a la espera de mejores tiempos. Entregarse era prácticamente un suicidio, la fuerte represión que sufría su entorno familiar era suficiente aviso. Aún después de 1939 tenían esperanzas de que se produjera una intervención Aliada en favor de la República.
* El grado de compromiso que cada uno de ellos había mantenido con la República. Se convirtió en un elemento determinante a la hora de tomar una decisión acerca de la entrega.
* La persecución que llevada a cabo por la Guardia Civil, el ejército, o personas afines al régimen contra los huidos que propició un gran número de encuentros armados. En caso el caso de que hubieran terminado con heridos o muertos por parte de los perseguidores, podía determinar el fin de la posibilidad de entregarse con unas mínimas garantías para los emboscados.
* El comportamiento de las nuevas autoridades locales (falan­gistas, médicos, curas, etc.) podía facilitar que los huidos se entregaran, o por el contrario, su actitud agresiva, podía provocar que nuevas personas se echaran al monte. Están documentados los dos casos.


A partir de 1939 con la guerra ya acabada, las autori­da­des pusieron más medios en la tarea de «limpiar los montes», que tuvo como resultado un goteo de personas que se entregaron o fueron detenidas. Sin embargo, no supuso el fin del fenómeno de los huidos; prueba de ello son los datos que se manejaban en el Gobierno Civil de Santander: «Al terminar la Guerra de Liberación, las Autoridades que entonces estaban al frente de esta provincia organizaron batidas de represión que dieron escasos resultados, con lo cual la situación no se modificó sensiblemente...»[4] Reconocía que todavía en 1940 existían tres grupos de huidos que deambulaban por la “comarca del Río Miera”, la “comarca de Los Carabeos” y la “comarca de Potes”; además «existían unos 200 individuos de ambos sexos, que por sus antecedentes o actuación durante el dominio rojo en esta provincia no pudieron huir al ser liberada, se escondieron en los alrededores de sus residencias habituales, observando una actitud en general pasiva». La persistencia de huidos en el monte intranquilizaba tanto a los falangistas como a las autoridades locales. Intranquilidad que se convirtió en alarma cuando a partir de 1940 comenzó «la vuelta al pueblo de los elementos rojos que se han puesto en libertad», gracias a las primeras excarcelaciones.

Tal era la situación que a principios del verano la Secretaría de Orden Público del Gobierno Civil puso en marcha un “plan sistemático de acción”. En él se especificaban tres “puntos de vista” que debían ser tenidos en cuenta en el momento de poner en marcha las operaciones: lo accidentado y cubierto del terreno, que además los huidos conocían perfectamente; las pocas fuerzas disponibles para desarrollar la operación, 100 Guardias Civiles y unos 60 miembros de la Policía Armada, “aparte del ejército”; y la psicología de la población: «El problema es especialmente agudo en la zona de Río Miera. El hermetismo y cazurrería de pasiegos, son proverbiales»[5].

El primer paso del plan era erradicar los contactos que parte de la población mantenía con los huidos. De éstos dependía, en gran medida, la supervivencia de los emboscados, tanto en el abastecimiento de comida como en el suministro de información sobre los movimientos de las fuerzas que los acosaban. Para ello se decidió controlar e incluso prohibir la presencia de los vecinos en el monte, lo que facilitaba las operaciones de limpieza que con el apoyo del ejército se estaban realizando. En las zonas que había presencia de huidos, como por ejemplo en Liébana, se obligó a los pastores a regresar a los pueblos antes del anochecer impidiéndoseles permanecer en el monte cuidando el ganado. La Guardia Civil controlaba las entradas y salidas de las poblaciones para impedir que se sacara comida destinada a los huidos.
Con el mismo afán de aislar a los huidos se decretó en el oriente de la Región (que en el citado plan se nombra como “la comarca del Río Miera”) la evacuación del ganado y la población de las cabañas, concentrándolos en la “plaza” de los pueblos. La zona aún en la actualidad presenta un poblamiento muy disperso, adaptado a un tipo de explotaciones ganaderas que dependen de los pastos naturales para alimentar al ganado. En algunos valles se lleva una forma de trashumancia muy particular, “la muda”, que consiste en desplazamientos dentro de un mismo valle. La familia se traslaba a lo largo del año de una cabaña a otra con su ganado y sus escasos enseres para ir aprovechando los pastos; pueden producirse hasta seis desplazamientos al año. Esta práctica típica de los pasiegos todavía pervive. “La evacuación” tuvo un efecto devastador en la forma de vida de las gentes. En la circular de la Jefatura Provincial de Falange correspondiente al mes de noviembre se aludía a estas medidas de la siguiente manera:«Ha habido que tomar rigurosísimas medidas (evacuación de ganados y habitantes de algunas zonas) para ver de dar fin a esta situación. La fuerza pública y las Falanges locales en estrecha colaboración persiguen y apresan de cuando en cuando a algunos de esos elementos»[6].

La represión desatada, que en su mayor parte se dirigió hacia aquéllos que potencialmente podían ayudar a los huidos, obligó a incorporarse al monte a nuevas personas que habían conseguido insertarse, más o menos de forma normal, en la vida cotidiana de sus pueblos.

1.1 GUERRILLA AZAÑA
Al sur de Reinosa, tras la caída de Santander, se formó un grupo de jóvenes fieles a la República, que decidieron echarse al monte. Al frente de este grupo estaba Juan Gil del Amo “hijo del practicante de Carabeos”. Este grupo tuvo un par de peculiaridades: por un lado, sus principales líderes tenían una doble militancia, políticamente en Izquierda Republicana y sindicalmente en la CNT; y por otro, por primera vez utilizaron el concepto guerrilla para autodefinirse, eran la Guerrilla Azaña. Es posible que esta denominación respondiera al intento del gobierno republicano de crear grupos guerrilleros en plena guerra, aunque no tengamos datos concluyentes para poder afirmarlo con rotundidad.

El grupo se asentó en Montes Claros, donde había habilitado varias cuevas, siendo los pueblos cercanos donde primero empezaron a actuar. Una de las prioridades básicas era el suministro de comida. Para ello recurrían a la familia o asaltaban comercios cuyos propietarios habían apoyado la sublevación. Sus acciones se extendieron por el valle de Campoo. A partir de 1940 la Guardia Civil ejerció mayor presión sobre los huidos, teniendo que desplazar su refugio hacia los bosques del Monte Higedo. Desde allí dirigieron sus acciones hacia Valderredible y las comarcas próximas de Burgos y Palencia.

En la primavera de 1941 la “Guerrilla Azaña” estaba muy activa. Actuaba a uno y otro lado del límite provincial con Burgos. En la noche del 1º de julio un grupo de diez huidos de esta partida penetraron en los pueblos de Pedrosa y Santaelices, ambos pertenecientes a la Merindad de Valdeporres, en la provincia de Burgos. Tras la acción, la Guardia Civil puso en marcha una operación de búsqueda, con el apoyo de los falangistas de la zona, que concluyo al día siguiente en Haedo de las Pueblas con la localización del grupo de Juan Gil “el hijo del practicante de Carabeos”. Los guardias los cercaron mientras descansaban y de los diez, sólo uno pudo escapar, cinco murieron en el acto y los otro cuatro fueron detenidos. En apenas una semana fueron juzgados y fusilados.

1.2 HUIDOS POR LOS VALLES DEL MIERA Y MATIENZO
En la zona oriental de Cantabria se concentró una buena parte de los huidos. Eso se vio favorecido por un poblamiento muy disperso fruto de la explotación ganadera de estas comarcas, en las que personas y ganado habitaban una infinidad de cabañas diseminadas por el paisaje; lo que facilitaba que los huidos se abastecieran y escondieran fuera de los núcleos de población. Eran conscientes de que no podían volver a sus casas por el riesgo que corrían de ser detenidos y fusilados, suerte que ya habían corrido algunos de sus vecinos; otros consiguieron llegar al monte al escaparse de los piquetes falangistas cuando ya eran apresados. El paso de la “vida civil” a la clandestinidad o de la clandestinidad a la “vida civil” dependía en gran medida de las presiones que las fuerzas vivas de los pueblos mantuvieran sobre el vecindario. Las presiones muchas veces se concretaban en palizas o detenciones que la Guardia Civil o los grupos de falange practicaban sobre personas sospechosas de dar apoyo a los emboscados. Estas agresiones provocaron que gente como Fidel Aja Gómez, alias “el Costilla”, se echaran al monte con las consiguientes represalias para su familia. En sentido contrario hay que señalar que gracias a la mediación de “personas de orden” se pudo consumar la entrega de ocho huidos del Valle de Matienzo. Tras una breve estancia en prisión pudieron volver al pueblo. Sin embargo, esta mediación no valió para uno de ellos, que a pesar de haberse casado en el pueblo, no era nacido en el valle. Su vida terminó, después de su detención, con la aplicación de la ley de fugas.

El grupo de huidos que estuvo más activo en los años que siguieron a la caída del norte y el final de la Guerra Civil, fue sin duda el que se formó en la comarca del Miera. Durante 1938 este grupo, en el que se encontraba el Cariñoso, fue sorprendido en Mortesante por los falangistas de Miera. En este encuentro el grupo perdió a dos de sus miembros: a Belisario Lavín Cobo, hermano del Cariñoso y Plácido, hijo de la maestra de Rubalcaba. Como respuesta los huidos llevaron a cabo acciones de castigo contra aquéllos que consideraban responsables de su persecución. En una de ellas quedó mal herido Manolo Casar, al que consideraban su delator; y en otra murió Manolo García "el de la pasiega", que había partici­pado de forma activa en los sucesos. Desde ese momento ya no había ninguna posibilidad de entregarse, si es que la hubieran tenido primero.

"La Evacuación" que se había decretado desde el Gobierno Civil fue especialmente dura en las cabeceras de los Valles de la zona oriental de Cantabria. El objetivo no era otro que intentar aislar a los huidos de sus puntos de apoyo, y poder batirles en el monte con más facilidad gracias a la intervención del ejército. La evacuación se prolongó desde Junio de 1940 hasta febrero de 1941, unos días antes del incendio de Santander. A pesar de que consiguió que disminuyera en la zona el número de acciones de los huidos, sobre todo gracias al desplazamiento del Cariñoso y una parte del grupo hacia Santander, el despliegue del ejército por los montes resultó inoperante para localizarlos. Es más, no pudo impedir que el 12 de noviembre se produjera la desaparición del Rey de los Campos, destacado falangista del pueblo de Miera, de la taberna de Luis Haro en la Vega de Miera.

El golpe más duro que recibieron los huidos del Miera fue en el otoño de 1941. Una pareja de la Guardia Civil dio de una forma casual, con los hermanos Nemesio y El Ferroviario, y con El Madrileño que estaban durmiendo en la casa de las Tarolas. Dentro de la habitación se produjo un tiroteo del que sólo escapó con vida el Ferroviario. Las Tarolas, al ser interrogadas por la Guardia Civil acerca del paradero del Cariño­so, no supieron contesta­r, pero gracias a su colaboración fue detenido uno de los enlaces. El día 27 de octubre cayó el Cariñoso en el número 44 de la calle Santa Lucía de Santander. Al día siguiente en Peñacastillo la Guardia Civil abatió al resto de su grupo: Lola, Benito, Marcos y Pedro[7]. En cinco días habían muerto siete miembros de este grupo y un buen número de enlaces habían sido detenidos; pero las desgracias no acabarían aquí.

De las informaciones que la Guardia Civil obtuvo interrogando a los detenidos, llegó a la conclusión de que en las estribaciones del Porracolina podían estar escondidos el resto de los emboscados. Para proceder a la localización y desmantelamiento de este grupo, se movilizó a un importante número de Guardias. Pero, a pesar de peinar el monte, no consiguieron detectar la presencia de los huidos. Al anochecer fueron detenidas varias personas cercanas para intentar que declarasen el lugar exacto donde estaban escondidos. Entre ellos Hermenegildo Trueba, hijo de un emboscado, que a estas alturas ya debía estar escondido en un caserío del País Vasco, y su primo Alfredo Barquín. Al día siguiente la Guardia Civil cercó una cueva en el monte Bergaz donde estaban refugiados los huidos, entablándose un fuerte tiroteo en el que la Benemérita llegó a utilizar bombas de mano y dinamita para intenta neutralizar a los encuevados. Los huidos resistieron hasta el anochecer, cuando, aprovechando la oscuridad se escabulleron del cerco. Al amanecer del día 9 la Guardia Civil sólo encontró en la cueva el cuerpo de Laureano Lavín y rastros de sangre de otra persona. Sin embargo, del monte Bergaz junto al cuerpo de Laureano bajaron otros dos cuerpos, los de Hermenegildo y Alfredo. Habían sido fusilados en la misma cueva, y a partir de ese momento tanto para la prensa como para los documentos oficiales pasaron a ser peligrosos forajidos. [8]

Los cinco guerrilleros que sobrevivieron a ese trance se volvieron a agrupar, y fueron junto a los huidos de Liébana, en germen de la Agrupación Guerrillera de Santander. Sin su existencia no hubiera sido posible la aparición del movimiento guerrillero en la región.


1.3 LOS DE LIÉBANA

Tras la caída de Asturias, los soldados que no pudieron embarcar y salir al extranjero, se volvieron a sus casas por los montes. Los pueblos estaban vigilados, lo que hizo más dificultoso el regreso. En la Hermida se asentó una Centuria de Falange, cuya misión era mantener el orden en los pueblos de su jurisdicción y capturar a los "rojos" que se retiraban de Asturias. En esta última tarea se emplearon con dureza: las orillas del Río Deva son testigo de los fusilamientos allí celebrados. En torno a los Picos de Europa, al mismo tiempo, se agrupa­ron personas de la comarca que se habían significado en la defensa de la República. Las autoridades de Tresviso pidieron a sus vecinos huidos que se entrega­ran, asegu­rán­do­les que no les iba a pasar nada. Esta gente fue llevada de nuevo al frente, ahora con los Nacionales, lo que no impidió que al terminar la guerra fueran objeto de denuncias, viéndose obligados a echarse al monte o resignarse a ir a la cárcel. Al finalizar la guerra había concentrados en el monte un grupo de unos diez o quince huidos; entre ellos destacaban Mauro Roiz, Segundo Bores, Santiago Rey, y Ceferino Roiz, Machado. Es curioso destacar que la mayoría de estos hombres procedían de los municipios de Cillorigo y Tresviso, los dos municipios de la comarca lebaniega donde el trabajo asalariado estuvo más extendido, primero en las minas de blenda de Andara y después en el salto de Urdón.

Entre 1940 y 1941 se instalaron cuarteles de la Guardia Civil en los pueblos lebaniegos, en un intento de controlar el movimiento de los huidos, asentándose en casas en las que vivían republicanos. Ocupación por la que no recibieron ningún tipo de compensación. La estrategia de la Guardia Civil para combatir a los emboscados pasaba por presionar a la familia, ya que antes o después éstos se habrían de poner en contacto con ellos. Según Mauro, que estuvo huido hasta 1941, año en que fue capturado:
«Los que estaban en el monte no podían hacer nada importante, porque les perseguían y cualquier hecho lo iba a pagar la familia. Se dedicaban a defenderse y a vivir.»

En el afán de aislar a los guerrilleros del apoyo de sus fami­liares obligaron a los pastores, durante una temporada, a bajar a dormir a casa. Por la mañana, antes de salir al monte tenían que pasar un control de la Guardia Civil. Igualmente se vigilaba la fabrica­ción del pan y se prohibía sacar comida del pueblo, ante la sospecha de que fuera destinado a los del monte.


En septiembre de 1940, hizo presencia la Policía Armada en Liébana. Su misión era conseguir que los huidos se entregaran. Para ello detenían a los familiares de los emboscados, haciéndoles saber que permanecerían presos hasta que éstos se entregaran. Por este método consiguieron que José Campo Halles y Santiago Rey, vecinos de Beges, abandonaran el monte. Acto seguido emplearon el mismo sistema en Tresviso para forzar la entrega de José Marcos, Mateo, y Gildo. Al no tener resultado la gestión, las familiares de los huidos fueron detenidos. Pocos días después, vecinos de Tresviso detectaron la presencia en una cueva de los tres huidos. Los falangistas movilizaron a todo pueblo para apresarlos, utilizando a los rojos como pantalla. La cueva no tenía otra salida por lo que decidieron entregarse. A mitad de camino del pueblo, Mateo Campo y José Marcos Campillo intentaron escapar. Mateo cayó muerto por un disparo, mientras José Marcos pudo ponerse a salvo, al descender por una canal de difícil acceso. Mientras tanto, Gildo fue detenido y llevado a prisión; donde permaneció hasta que en junio de 1943 se fugó del campo de trabajo de la Vega de Pas y se incorporó de nuevo al monte. Otras caídas que se produjeron en estos años fueron las de Mauro Roiz, Alejandro Sánchez, e Ignacio Roiz. Este último fue muerto cuando se entregaba.

Durante los años 1941 y 1942 se establecieron algunos contactos con el PCE, fruto de ellos fue la incorporación de Alejandro del Cerro, miembro del Comité Provincial, que estaba a punto de caer en manos de la Policía. Mientras tanto Potes, estaba siendo reconstruido por Regiones Devastadas, con una importante mano de obra de presos políticos. Juanín, que ya había cumplido su pena y trabajaba allí como asalariado, participó en el intento de organizar el PCE entre los presos. La Guardia Civil debió entrar en sospechas, por lo cual Juanín fue citado para ser interrogado. No resistió las continuas palizas que recibía, por lo que decidió echarse al monte; estamos en 1943. A lo pocos días, Lorenzo Sierra y Ramón Manjón se fugaron del destaca­men­to penal para unirse, también, a los emboscados[9].

La Muerte de Segundo Bores en el Doblillo, el 25 de junio de 1944, supuso la última caída de este período. Cuando parecía evidente que los contactos con el PCE abocaban al grupo a integrar­se en la Unión Nacional[10].


2. CONSTITUCIÓN DE LA AGRUPACIÓN GUERRILLERA DE SANTANDER.

El intento del PCE por organizar dentro la Unión Nacional a los grupos de huidos que permanecían en los montes cántabros no se produjo hasta 1944, cuando ya se estaban preparando las operaciones del Valle de Arán. Josep Cerberó había sido delegado por el Alto Mando Guerrillero para establecer contacto con los grupos que estaba actuando en el norte de España. En el verano de 1944 consiguió entrar en contacto con los huidos cántabros, concretamente con el grupo que actuaba por el occidente de la región. Este enlace fue posible gracias a la relación que el Comité Provincial en Santander venía manteniendo con estos grupos desde casi el mismo momento en que se reorganizó el Partido en la región. Como fruto de estos contactos, en el mes de octubre, se dio por constituido “el Mando Guerrillero de Santander”. Al frente del cual situaron de manera provisional a Ceferino Roiz Sánchez “Machado”, a la espera de que llegara un cuadro político para asumir la dirección de la guerrilla. Este grupo junto con los que se formaran en Asturias, León, Galicia y Euzkadi se debería integrar en el llamado Ejército del Noroeste o del Norte. Ejército que no se llegó a desarrollar; ni tan siquiera llegó a ser efectiva una coordinación entre estos grupos[11].

A finales de año, Rafael Crespo llegó a Santander para organizar dentro de la UNE a los grupos de huidos que actuaban por la Región. Rafael se había fugado del Campo de trabajo de Cuelgamuros en el Escorial, con la intención de pasar a la clandestinidad y ponerse al servició del Partido. Poco después entraba en contacto con Agustín Zoroa Darío, quien tras una serie de charlas le envió a Cantabria. Entre las instrucciones que traía, aparte de reforzar la estructura guerrillera en Cantabria, estaba la creación de una zona guerrille­ra en Euzkadi que se extendiera hasta la frontera francesa.

Para realizar su tarea, Crespo aprovechó la estructura y los contactos del partido, quedando en sus manos desde este momento tanto el Comité Provincial como la Agrupación Guerrillera. La primera misión que acometió fue la de contactar con las diferentes partidas que todavía sobrevivían. Retomó el contacto con el grupo lebaniego y reforzó al grupo que actuaba por la comarca del Miera con la incorporación de Esteban Arce en funciones de comisario político. Implantó enlaces estables para cada una de las parti­das: Honorato Gómez para Liébana, que además era el responsa­ble de la custodia de la multicopista en la que se imprimió propaganda y un número de la revista de la Guerrilla ÍMPETU; y Víctor Gutiérrez para la Brigada Malumbres.

La primavera de 1945 fue muy movida para la Agrupación Guerrillera de Santander. Josep Cerberó cayó en una redada en Madrid, lo que dejó momentáneamente aislada a la Agrupación del Alto Mando Guerrillero. Para suplir esta cadencia y hacerse cargo de los grupos de Maquis que estaban cruzando la frontera, con la misión de crear la deseada Agrupación Guerrillera de Euzkadi, fue enviado Julio Oria a Bilbao. La llegada de Oria significó para la Agrupación Guerrillera de Santander la creación de un eslabón de mando intermedio estable entre el Alto Mando Guerrillero y Rafael Crespo, que hasta ese momento había dirigido la agrupación guerrillera en solitario. Tres fueron los grupos de los que tenemos noticias que intentaron asentarse en el País Vasco, pero esta primera tentativa resultó infructuosa, refugiándose los supervivientes en el seno de la Brigada Malumbres. La combatividad que la Brigada había ganado con estas incorporaciones fue temporal, ya que el Alto Mando Guerrillero mantenía su intención de crear la Agrupación Guerrillera en Euzkadi. Dentro de esta estrategia el papel que la brigada tenía asignado era el de “curtir” a los guerrilleros vascos y servir de embrión para la nueva organización[12].

Mientras tanto, se intentó dar un carácter más ofensivo al grupo lebanie­go, y a la vez extender sus acciones hacia zonas nuevas: hacia el este, llegando hasta las proximidades de Torrelavega y hacia lo que ellos denominaban “la Marina”, que comprendía la comarca oriental Asturiana. Esto tuvo como consecuencia la división de la Brigada en tres grupos más o menos estables. Antes de emprender alguna operación debían informar a los demás para evitar que les cogieran por sorpresa las pesquisas de la Guardia Civil. Cuando se realizaba alguna acción de envergadura lo hacían conjuntamente. La realizada el 6 de Abril, fue una de estas operaciones en que era necesaria la participación de todo el grupo. Se había decidido dar un golpe en la mina de Reocín, próxima a la ciudad de Torrela­vega. Tras una larga preparación sustrajeron a plena luz del día la nómina que se pagaban en aquellas fechas. Se explicó a los obreros el sentido que tenía la acción, y que para ellos no iba a tener consecuencias ya que la mina les debería pagar. Los guerrilleros fueron descubiertos y cercados por la Guardia Civil, sin embargo lograron salir del cerco sin pegar un solo tiro. La cifra de lo sustraído varía en función de la fuente consultada: José Marcos Campillo habla de unas 20.000 pesetas, Honorato de unas 68.000 y la sentencia de condena eleva la cantidad hasta 84.000 pesetas, prácticamente la suma de ambas cantidades. La impor­tancia de la operación radica en que fue la primera que el grupo realizó fuera de su zona de refugio y en el eco que tuvo entre la población. Tras la operación se desplazó policía especializada desde Madrid para investigar el suceso, ante lo cual varios enlaces tuvieron que echarse al monte.

Eran aquéllos momentos de euforia para los guerrilleros; habían salido airosos del asalto a la mina de Reocín, y Berlín acababa de caer. El 22 de abril, junto con algunos enlaces decidieron celebrar la ocasión con una comida en las cabañas de Pandébano. Un enlace temeroso de que se pudieran descubrir sus relaciones con la guerrilla decidió denunciarlos en el Cuartelillo de Carreña. La Guardia Civil del puesto cercó a los guerrilleros mientras dormían. Gildo, que descansaba en un pueblo próximo, fue avisado por un pastor de lo que estaba pasando. Él solo consiguió levantar el cerco. En el tiroteo murió Machado y dos guardias civiles. Tras ese suceso Santiago Rey asumió la dirección, llamándose a partir de ese momento Brigada Machado.

La Brigada Malumbres se movía por la zona comprendida entre el Valle de miera y Ramales. La llegada de Esteban Arce permitió superar los reparos que tenía una parte del grupo en aceptar la estrategia de Unión Nacional. Una vez consolidada esta brigada, la Agrupación ya estaba preparada para conmemorar el 18 de Julio, y dejar constancia que no toda España estaba pacificada. Una redada de la policía en la que cayó el Comité Provincial abortó todo el operativo de reparto de propaganda, que se había desarrollado. Sin embargo, no impidió que la Brigada llevara a cabo las voladuras de líneas de alta tensión y del depósito de locomotoras de Marrón. La caída desbarató toda la estructura de la Guerrilla en el Llano y de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Fueron apresados Rafael Crespo y diez miembros más del Comité; a pesar de todo, quedaron intactos los grupos Guerrilleros. De esta forma a lo largo del verano continuaron con los sabotajes de líneas férreas y eléctricas.



3. LA REORGANIZACIÓN DE LA AGRUPACIÓN GUERRILLERA

El contexto en que se movían fue cambiando poco a poco. Tras el fin de la Guerra Mundial y las condenas formales que desde la incipien­te ONU se hacían al régimen de Franco, éste se fue consoli­dando. A finales de 1945 el régimen se sentía fuerte y estaba decidido a eliminar todo vestigio de resistencia armada. Cuando el año 1946 llegó a su fin empezaba a intuirse que las potencias aliadas no iban a intervenir militarmente en España. En este período no se volvió a oír hablar de la UNE, que oficialmente fue disuelta el 25 de junio de 1945.

La caída del mes de julio no afectó al mando en Bilbao, lo que le permitió reorganizar la Agrupa­ción Guerrillera en tan solo dos meses. Se separó el Partido de la Guerrilla para que el trabajo de ambas organizaciones no recayera en las mismas personas. Oria fue llamado a Madrid, quedando Miguel a cargo de la Agrupación Guerrillera de Santander y Alberto de la “Federación”, compuesta por la Agrupación Guerrillera de Santander y de la deseada Agrupación Guerrillera de Euzkadi; todavía se mantenía como objetivo prioritario la creación de dicha Agrupación. Dentro de la Agrupación Guerrillera de Santander se creó un Estado Mayor compuesto por Esteban Arce, que bajó de la Brigada Malumbres para ponerse al frente, y por miembros de las JSU que acababan de salir de la cárcel[13].


En un intento de aumentar la capacidad ofensiva de la Brigada Machado, Esteban Arce, como responsable de la Agrupación Guerrillera, subió al monte para reunirse con sus integrantes acompañado de dos expertos en el manejo de explosivos, con la finalidad de formar a los guerrilleros en esta materia, lo que permitió que se realizaran varios sabotajes sobre torres de alta tensión y la línea férrea. En esa etapa, Juanín se convirtió en el vehículo que utilizaba Esteban Arce para mantener contactos con los grupos de la Brigada Machado, al ser su grupo el que estaba instalado en la zona más próxima al lugar de refugio de Esteban. Estas reuniones de coordinación normalmente se celebraban en las inmediaciones de los Picos de Europa, teniendo Esteban que transitar por la misma ruta que los guerrilleros habitualmente practicaban.

A medida que Esteban Arce se fue distanciando de la Agrupación, las relaciones con el grupo Lebaniego pasaron a depender de Martín Santos. En los meses que Martín estuvo desempeñando esa misión, todas las órdenes que partían hacia la Brigada Machado o las informaciones que provenían de ella siempre pasaron por medio de Juanín. Por esta situación, Juanín fue considerado desde la Agrupación el responsable de la Brigada; papel que dentro del grupo no le reconoce en ningún momento el guerrillero José Marcos Campillo. A este respecto conviene aclarar, que Juan Fernández Ayala “Juanín” siempre funcionó con gran autonomía, tanto en lo que respecta a sus acciones personales como cuando desempeñó alguna responsabilidad dentro de la Brigada, lo que nos impide avanzar más en esta cuestión.

A principios de 1946 apareció un nuevo grupo guerrillero, la Brigada Cristino. Tuvo su origen en la necesidad de Martín Santos, miembro del estado mayor de la Agrupación, de echarse al monte, tras haber sido identificado por la policía. Se le planteaba la posibilidad de integrarse en la Brigada Malumbres o en el grupo de Juanín. Él, por otro lado, propuso a la organización crear un nuevo grupo al sur de la Provincia, ya que la Brigada Malumbres actuaba sobre la zona oriental, y la brigada Machado actuaba sobre la zona occidental. El grupo se organizó con posterioridad a la muerte de Cristino García, de quien tomó el nombre, y con anteriori­dad al 22 de abril, fecha de la primera referencia escrita al grupo: «Reinosa acepta decisión formar grupo guerri­llero por su cuenta pero queriendo justificar su responsabilidad por lo que allá al hacerse cargo el tiene»[14]. El embrión del grupo lo formaba Martín, con Churriti y Pancho, que provenían de la Brigada de Malum­bres. Se les sumó Carroceda, militante socialista que tenía problemas con las autoridades por temas del estraperlo y el 9 de julio de 1946, tres militantes, que procedían de una célula de Mataporquera.

La carencia de todo medio para realizar propaganda, les llevó a que el 5 de noviembre de 1946 asaltasen la Lactaria Montañesa de la que extrajeron varias máquinas de escribir; unas se subieron al monte y otras se destinaron al partido. Con estas máquinas, el grupo de Martín, en los momentos libres, se dedicaba a escribir la propaganda que Velarde y el sobrino de Carroceda tiraban desde sus bicicletas las noches previas a la celebración del Mercado de Ganados de Torrelavega. La acción mas osada que realizó esta Brigada se ejecutó una noche de enero de 1947: Martín Santos e Inocencio Aja estuvieron vigilando el edificio de la Comisaría de la Policía Armada en Torrelavega; cuando estuvieron seguros que quedaba completamente vacía la zona, colocaron en los bajos una bomba. Hasta entonces nunca se había operado en el interior de una ciudad. Aunque la noticia no fue publicada, fue difícil que no se difundie­ra de boca en boca en la localidad.

En marzo de 1946 la Brigada Pasionaria fue descubierta en el Puerto del Escudo por la Guardia Civil, cuando se desplazaba desde Francia a Asturias para reforzar el movimiento guerrillero en aquella Región. En pocos días cayeron detenidos gran parte de sus integrantes, que se movían entre la nieve y el desconocimiento de la zona. Para esta operación fueron movilizados efectivos de la Guardia Civil de Santander y Burgos. Los restos de esta Brigada deambularon entre Cantabria, Palencia y Asturias hasta finales de mes, cuando cuatro de ellos fueron localizados por la Brigada Machado en el macizo oriental de los Picos de Europa, en la cual se integra­ron. Entre los miembros de la Agrupación Guerrillera de Santan­der ésta operación dejó malestar, ya que no habían sido avisados de su presencia. Algún guerrillero se lamentaba de que, de haberlo sabido, podrían haberles facilitado el paso[15].

Durante 1946, la Brigada Malumbres realizó las operaciones más ambiciosas. Provocaron múltiples sabotajes en las líneas de alta tensión, y el 13 de Julio en el Hotel Balneario de Puente Viesgo. El objetivo principal de la operación era secuestrar a Queipo de Llano que pasaba allí unos días de descanso. Sin embargo, ese día no se encontraba en el Hotel; había sido reclamado desde Madrid el día anterior para una reunión urgente y había abandonado el lugar. A la semana de producirse el asalto al Balneario de Puente Viesgo, cuatro guerrilleros entraron en el pueblo de Udalla con la intención de llevar a cabo el asalto al comercio que existía en la localidad. La operación trascurría sin incidencias hasta el momento de la retirada en que fueron sorprendidos por la Guardia Civil, cayendo tres guerrilleros. A partir de esta acción se produjeron disensiones dentro de la Brigada Malumbres; posiblemente porque no se hubiera consensuado esta operación, ya que apenas una semana antes se había realizado el asalto al Hotel-Balneario de Puente Viesgo, del que habían obtenido un importante botín. Esta situación permitió que aflorasen de nuevo las discrepancias en el seno del grupo sobre la estrategia a seguir, lo que culminó tiempo más tarde con la separación de la brigada en dos bandos.

En el mes de en marzo de 1946, Oria fue enviado por segunda vez a Bilbao para hacerse cargo de la Agrupación Guerrillera de Santander e intentar poner en marcha la deseada Agrupación Guerrillera de Euzkadi. Para este fin, en abril desplazó a seis guerrilleros de la Brigada Malumbres a la zona minera vizcaína comprendida entre Galdames y Somorrostro, dedicando sus primeras actuaciones a la obtención de dinero, armas y explosivos, con los que poder mantener el funcionamiento de la guerrilla. Toda la actividad del grupo guerrillero se concentró en el mes de mayo, siendo sorprendido cerca de Erandio, a donde se habían desplazado para realizar una operación económica[16]. Oria tuvo que abandonar Bilbao y la Agrupación Guerrillera de Euzkadi llegó a su fin. En junio, Alberto Medrano y Miguel desaparecieron y desde ese momento Antonio Bedia quedó al frente de la Agrupación Guerrillera de Santander aislado del Alto Mando Guerrillero, lo cual no impidió que las brigadas siguieran actuando. Por su parte, Inocencio Aja, responsable junto a Tampa de la Brigada Malumbres, tubo que asumir la tarea de mantener el contacto entre Bedia, que a la postre dirigía la AGS en solitario, y las tres Brigadas.


4. FIN DE LA AGRUPACIÓN GUERRILLERA DE SANTANDER.

El año del cambio, 1946, había terminado y no parecía que el régimen hubiera mostrado muchos signos de debilitamiento. Superados los miedos que las condenas de las Naciones Unidas y la retirada de los embajadores habían infundido en las bases del franquismo, 1947 se presentaba como el año del fin de la incertidumbre. ¿Iban a tolerar las potencias aliadas que un régimen nacido con el apoyo de los nazis sobreviviera? Ahora sabemos que sí, pero entonces no fue tan evidente. Fue un año trascendental para la Brigada Malumbres; debatiéndose entre su disolución y continuar su proceso de lucha. En la primera mitad del año nos encontramos con que su actividad fue intensa, Sin embargo, con la llegada del verano las tensiones dentro de la Brigada fueron máximas, alcanzando su clímax con la muerte de “Tampa” a manos de otro guerrillero. Un suceso que aún falta por dilucidar; ya que no están claros cuales fueron los motivos de su muerte, ni tan siquiera la fecha exacta en que se produjo. Una vez desaparecido Tampa, se produjo la disolución de la Brigada Malumbres. Aja y el grupo que se había formado en torno suyo se desplazó hacia Torrelavega. Al resto de la Brigada el único fin que les movía, a partir de este momento, era cruzar la frontera. De los siete que componían el grupo, cinco consiguieron cumplir con ese objetivo, los otro dos quedaron atrás.

A finales de junio de 1947 se desató una redada dirigida contra la red de enlaces que la Agrupación Guerrillera había desarrollado en Torrelavega. Antonio Bedia escapó del primer zarpazo, pero fue localizado gracias a la colaboración de alguno de los detenidos con la Guardia Civil. Para salir del aislamiento en que se encontraban Martín Santos junto con Aja intentaron entrar en contacto con el Partido para reorganizar la guerrilla. El Comité Provincial de Santander era una organización muy débil que carecía en estos momentos de contactos con otros órganos del partido, por lo que dirigieron un informe al Partido en Bilbao, para que desde allí se hiciera cargo de la dirección de la guerrilla. A pesar de que el informe llegó a sus manos no llegaron a hacer ningún intento de establecer contacto[17]. Mientras tanto, Aja y Pancho estaban a la espera de una respuesta en el pueblo de Torres, donde fueron localizados por la Guardia Civil. En el cruce de fuego entre guerrilleros y guardias la dueña de la casa quedó malherida. Por la parte de atrás de la casa los guerrilleros intentaron huir. Pancho fue abatido por los disparos de la Guardia Civil y Aja se ahogó al intentar cruzar el río Besaya que venía crecido, lo cual dejaba a Martín más aislado, si cabe.

Desde que se produjeron las caídas de junio, el grupo que se había formado alrededor de Aja, y que ahora estaba a cargo de Rubén fue a ciegas, sin poder ponerse en contacto con sus enlaces, evitando los caminos y con pocos momentos de descanso. En esta situación decidieron asaltar la tienda de Miguel Ángel Arenal, en Vega de Villafufre; allí les estaba esperando un Somatén. En el tiroteo que entablaron cayeron heridos Rubén y Zurita. Rubén murió por las torturas recibidas y falta de asistencia médica. Los otros dos miembros del grupo, Ciuco y Colsa, escaparon y hasta que se entregaron en diciembre tuvieron que ser protegidos por miembros del Partido. Su caída fue el inicio de una redada entre los enlaces del grupo y del Partido.

A pesar de que Martín Santos intentó que la Brigada Cristino se mantuviera activa, las dudas comenzaron a hacer mella entre los guerrilleros. Ante la falta de un futuro claro, terminó por inclinar a una parte del grupo hacia una vida más cómoda. Tres guerrilleros se separaron del grupo al no poder subir mujeres al campamento. Fueron abatidos por la Guardia Civil el 27 de diciembre de 1947 en La Población. Sin embargo, la Brigada Cristino permaneció activa a lo largo de 1948. En Noviembre, Martín Santos y Alfredo Bárcena intentaron pasar a Francia con el fin de contactar con el Partido y recibir así instrucciones. Fueron descubiertos en un hotel en San Sebastián y en las persecucio­nes posteriores fue abatido Bárcena. Casi milagrosa­mente Martín consiguió eludir dos veces el cerco de la Guardia Civil, y enlazar con el taxi que le había llevado. En Bilbao se apeó del taxi, robó una sotana y con ella se plantó en Montes Claros, a través del tren de la Robla. Tras este fracaso, al año siguiente el objetivo del grupo fue preparar su definitivo paso a Francia. A mediados de 1949, consi­guieron enlazar con José Imaz, que había llegado en la primavera a hacerse cargo del Partido. Imaz, a través de unos contactos preparó la salida del grupo al extranjero. Para financiar esta operación se pensó en el secuestro del hijo de Emilio Valle, quien por Reinosa pregonaba que los guerrilleros de León no habían podido «echarle mano», lo que daba a la operación un cierto carácter de reto perso­nal. Emilio Valle poseía minas en León, Palencia y Cantabria, y tenía a una hija casada con Arias Navarro. El objetivo reunía todas las características deseables. El 28 de agosto de 1949 realizaron la operación, pero debieron contentarse con un hermano del citado, ya que no le encontraron. Le mantuvieron retenido solamente un día debido a que el pago se realizó de forma rápida: les pidieron 500.000 pesetas. Una vez que Martín tuvo el dinero, bajó con Carroceda para preparar el viaje a Torrelavega. De vuelta al campamento en los Carabeos descubrieron que los otros cuatro habían desaparecido. Al no poder localizar­los, Martín y Carroceda decidieron marchar solos.


5. AÚN LIEBANA PERMANECE EN LOS MONTES.

A partir de 1948 era difícil justificar la continuidad en el monte como un intento de derrocar al régimen, puesto que en Cantabria no existía rastro alguno de una dirección de los grupos guerrilleros. Tras la caída de la Agrupación Guerrillera, la Brigada Machado quedó aislada de la organización del Partido. En un informe del Partido Comunista elaborado tras una reunión con 16 guerrilleros de la Brigada Machado, en la comarca asturiana de la Borbolla con fecha de enero de 1948, se dice de la moral de los guerrilleros: «...lo que más quebranta ésta, es la falta de un organismo exterior o interior que estimule y preste ayuda y dirección a la resistencia. Esto sería un hecho acogido en las guerrillas con calor y entusiasmo y que terminaría con muchas divergencias» [18]

La presencia de Maté en la Brigada Machado posibilitó que se estableciese contacto con los guerrilleros asturianos, en concreto con los hermanos Caxigal. En el momento en que se produjo el contacto, los grupos asturianos ya estaban bajo la influencia de “Carlos”. Este personaje se había infiltrado entre ellos con la misión de aniquilar a toda la guerrilla asturiana. Para esto había organizado un falso desembarco de Armas. Los lebaniegos desconfiaban de “Carlos”, por lo que se desentendieron de la operación. La operación de desembarco se realizó en San Vicente de la Barquera, y no fue más que una trampa en la que cayeron varios grupos asturianos. De esta manera se diluía la última esperanza de contactar con el Partido[19].

Los hechos destacados a partir de este momento se debieron a los pasos de frontera, las caídas y las muertes, generalmente de guerrilleros y enlaces. No se produjeron acciones ofensivas; su principal dedicación fue dar golpes económicos que les asegurasen la supervivencia. José Marcos afirma, que hacia 1950, siendo consciente de la inexistencia de una organización que diera sentido a la resistencia, la desunión entre los partidos que defendie­ron la República y la falta de apoyo internacional planteó pasar a Francia al resto del grupo. De hecho, Carlos Cosío y "El Dandi" pasaron la frontera ese mismo año. Sin embargo: «Los que habían venido de Francia no querían volver para allá, y no sé porqué».

El 4 de julio de 1952 pereció el Secretario del Ayuntamiento de Tresviso a manos de los guerrilleros; este hombre se había caracterizado por las continuas denuncias a sus vecinos, siendo responsable de numerosas encarcelaciones y palizas, además de ser quien mató a Mateo Campo cuando intentaba huir en Cañimuelles.

El día 20 de octubre de 1952 era lunes, y como todos los lunes había mercado en Potes. En un registro rutinario en Tama sorprendieron a Gildo, a Guerrero y a Pin el asturiano en la casa de Dominador Gómez Herrero. El registro lo realizaba un Sargento y dos números de la Guardia Civil. Nada más comenzar el tiroteo, Gildo cayó muerto, el Asturiano y Guerrero perforaron el suelo de madera y salieron por la bodega de la casa. En la huída, el Sargento les cortó al paso, y allí cayó muerto. Al cruzar el puente, un Guardia que estaba allí de permiso, mató a Pin el Asturiano, pudiendo escapar Guerrero. Los Civiles, al encontrar muerto al sargento, allí mismo fusilaron a los dueños de la casa y a una hija menor de edad. Tras lo sucedido en Tama se produjo una gran redada en la que fueron detenidos muchos enlaces y familiares, que sufrieron brutales torturas; algunos llegaron a dormir quince días entre los caballos de la Guardia Civil de Potes, siéndoles aplicado el cepo.

En este momento quedaban seis guerrilleros en el monte: Santiago Rey, Joaquín Sánchez El Chino, José Marcos Campillo, Quintiliano Guerrero, Juan Fernández Ayala Juanín y Francisco Bedoya, que se había incorporado al monte en febrero de 1952.

El siguiente encuentro con la Guardia Civil se produjo el 14 de abril 1953. A la salida de Tresviso, en pleno monte, Marcos y Guerrero fueron sorprendidos por una patrulla de la Civil que estaba apostada. Murió Guerrero, y José Marcos, mal herido, consiguió llegar a casa de un enlace atravesando el macizo oriental de los Picos de Europa. Para ser curado necesitaba atención especializada, por lo que se pusieron en contacto con Santiago Rey, que organizó el traslado de Marcos a Bilbao. Tras su recuperación el objetivo fundamental fue pasar a Francia. Volvieron a Liébana para contactar con Juanín y Bedoya. Pero no consiguieron localizarlos debido a la prudencia que mantenían; nunca decían de dónde venían, ni a dónde iban, con lo cual regresaron a Bilbao y prepararon la salida del país sin ellos.

A través de un hermano de José Marcos, consiguieron un guía para pasar la frontera. En un primer momento, organizaron la salida de el Chino y de otro hermano de José Marcos para alejarlos de las redadas que se iban a desatar. Para financiar la evasión decidie­ron secuestrar a Emilio Bollaín, un abogado que poseía grandes extensiones de pinos en Balmaseda. Tras el secuestro se desató una intensa persecución. La Guardia Civil estuvo rastreando varios días, pero no dio con ellos. Se refugiaron una temporada en Bilbao, a la espera de poder traspasar la frontera en un momento de mayor calma. El 4 de octubre de 1955 Santiago Rey y José Marcos Campillo cruzaron la frontera. Cuando ya estaban tranquilamente asentados en Francia fueron reclamados por el Gobierno español, pero el gobierno francés no concedió la extradición al considerarlos refugiados políticos.

Todavía sobrevivirán Juanín y Bedoya hasta 1957, dando continuos golpes económicos con los que sustentarse. Tenían una amplia red de enlaces, lo que les daba bastante libertad de movimien­tos y facilidad para encontrar lugares seguros. En estos años las noticias que tenemos de la pareja son las de sus acciones que salpicaron el occidente de Cantabria. Es en esta etapa, donde sus figuras alcanzaron ese toque mítico que aún conservan en el recuerdo de muchos cántabros. Los sucesos del 24 de abril de 1957 que acabaron con la vida de Juanín, han sido los que quizás hayan despertado la mayor curiosidad. A pesar de la cantidad de conjeturas, testimonios y opiniones vertidas sobre el tema no se ha podido esclarecer totalmente lo que ocurrió ese día. Sin embargo, la valoración no parece cambiar. Al día siguiente, en grandes titulares, se publicaba en la prensa la noticia, sin esperar el permiso gubernativo correspondiente. Será la noticia, de las que hicieron referencia a los del monte, que más rápido se difundió. Era el fin de un mito, el de la resistencia armada al Franquismo. Hecho que convenía propagar, aún cuando Bedoya todavía sobreviviera hasta diciembre de ese año. Bedoya cuando se encontró solo accedió al plan de su cuñado: subirse en una moto con destino a Francia. Esta maniobra estaba preparada por la Policía, para acabar con el guerrillero lejos de sus escondites naturales. Su cuñado, que colaboraba con la Policía, no sabía que le esperaba la misma suerte que él había trenzado.

Hace diez años decíamos, y ahora afirmamos, que «en Cantabria el movimiento guerrillero fue el intento más serio de oposición al Franquismo; quizás el único hasta bien entrados los años sesenta. Hay que definir a los grupos que surgen como un movimiento de autodefensa ante la inviabilidad de incorporarse a la vida civil. En 1944 se organizaron bajo la estela del PCE, y permanecieron hasta 1947, en que fue desarticulada la organización guerrillera. A partir de este momento los grupos fueron desapareciendo bajo los impulsos de la Guardia Civil o el paso de la frontera. En Liébana sobrevivieron guerrilleros hasta 1957. Esta larga agonía quizá sea producto de la inercia, ya que no se ha podido demostrar que recibieran consignas o apoyos del Partido con posteriori­dad a 1948»[20].
[1] “Alerta”, 27de enero de 1941.
[2] “Alerta”, 22 de octubre de1952.
[3] “Diario Montañés”, 26 de abril de 1957.
[4] AGA Sección Gobernación. Caja 8812. Comunicación del Gobernador Civil de Santander de 12 de julio de 1.941 al Excmo. Señor Director General de Seguridad.
[5] Ibidem.
[6] AGA Sección Presidencia. Caja 10, expediente 19. CIRCULAR dirigida a la Delegación Nacional de Provincias. Por la Jefatura Provincial de Santander Falange Española Tradicionalista J.O.N.S.
[7] AGA. Sección Gobernación. Caja 8812. Oficio del Gobernador Civil de Santander Interino al Director General de Seguridad. Santander, 30 de octubre de 1941. Negociado de Orden Público, número 38.186. AGA. Sección Gobernación. Caja 8812. Oficio del Comisario Jefe de Policía al Director General de Seguridad. Santander, 30 de octubre de 1941. Negociado de Orden Público, número 13.340.
[8] “Alerta”, 11 de noviembre 1941: “Otros 3 malhechores de la partida de “El Cariñoso”, muertos por la Guardia Civil en Arredondo”.
[9] Sierra, L: Relatos sueltos y personales de una época aciaga y exangüe para España. Texto Mecanografiado. (Pág.3)
[10] AGA. Sección Gobernación. Caja 10.764. Oficio del Gobernador Civil de León dirigido al Director General de Seguridad, León a 28 de Septiembre de 1943. Negociado 3º, número 8.253.
[11] AHPCE. Movimiento Guerrillero. Jac 43.
[12] AHPCE. Movimiento Guerrillero. Jac.46-53. Guerrilleros. Informaciones del Partido correspondientes a 1945 y 1946. Informe de la Delegación de noviembre de 1945 (Pág.16)
[13] Ibidem.
[14] AHPCE. Movimiento Guerrillero. Jac 46-53. Cables de Asturias. 24 de abril de 1946. (Pág.64)
[15] ANDRÉS,V (1998): “Los que vinieron de francia y la resistencia armada: Caída de la Brigada Pasionaria (1946)”. III Encuentro de investigador@s sobre el franquismo y la transición. Sevilla, 1998. (Pág.458-467)
[16] AHPCE. Movimiento Guerrillero. Jac.39-41. Informe Oria. Abril 1947. (Pág.13)
[17] AHPCE. Movimiento Guerrillero. Jac.165. Informe de Aja y Martín a la Agrupación de Bilbao para que se haga cargo de la dirección de la Guerrilla. 30 de octubre de 1947.
[18] AHPCE. Movimiento Guerrillero. Jac 195. Sobre lo que el partido me pidió con interés. 7 de enero de 1948
[19] GÓMEZ FOUZ, J.R. (1989): Bernabé (el mito de un bandolero). Biblioteca Julio Somoza. Barcelona. (Pág.47-70). Gómez Fouz, J.R. (1992): La brigadilla. Biblioteca Julio Somoza. Gijón. (Pág.88-109).
[20] ANDRÉS, V. (1996): “La historia que no contó el abuelo. Guerrilleros y huidos en los montes de Cantabria”. V Jornadas Historia y fuentes orales. Testimonios y escritos. España 1936-1996. Fundación Cultural Santa Teresa, Ávila. (Págs. 289-304)